Esto lo escribì el domingo 14 de agosto de 2005
"A mitad de camino de Cuernavaca al DF, yendo por la Carretera Federal, casi a 3000 metros de altura, a veces los pinos se visten de tules.
Esto sucede en tiempo de lluvia, es decir, entre junio y noviembre. Llueve ahì por las noches, y los pinos se dan su ducha diaria ... y la disfrutan.
A la mañana temprano, ni bien sale el sol, le regalan a èl las gotas de lluvia que no usaron. El sol, a su vez, empieza a tejer con ellas una fina niebla de tul con que viste a los pinos por un par de horas. Tul que lelos exhiben coquetos Cuando el dìa se adentra, el sol levanta los tules, los enrolla y los eleva en desparejas y preñadas nubes.
El viento se suma al equipo en altura, traslada las nubes y lleva porciones de tules y pinos y los deja caer en los alrededores en renovada lluvia cad noche. Y por la mañana .... empieza de nuevo la danza de tules.
El sàbado, yendo al DF yo vi los pinos vestidos de tules. Y entre los tules danzando, mil tonos de verde en desparejos terrenos sembrados de avena y maìz.
Y uno mira todo eso, pinos, tules, verdes solares y volcanes, y siente que desde las entrañas mismas, Dios sube hasta el alma y desde adentro y desde afuera comienza a uno a hablarle.
Y yo "sentìa" que Dios me hablaba, que Èl ahì estaba, como queriendo regalarme un Divino festìn para mì sola.
Fuè hermoso Mirarlo ahì afuera y sentirlo a mi lado latiendo en el alma, en ese lugar entre el corazòn y el estòmago, diciendome: Aca estoy, Ana..."
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